Lo que propone Fátima Frutos a lo largo de “En brazos de la belleza” es un goce estético e intelectual. Un recorrido en verso por un museo poético. Entraremos por la galería de autores rusos, en homenaje al Doctor Uribe-Echeverría y, desde ahí, nos sumergirá bajo el aliento entrecortado de la muerte de Pushkin, la nostalgia de Serguéi Yesenin, o la conmoción por el desgarro de una Marina Tsvietáieva a la que rememora en sus últimas horas. Pasearemos, también, a través de la exposición permanente de obras de arte escogidas por la autora: el autorretrato de Durero, la Catedral de Barcelona, el Castillo de Bellver, la Torre de las Ánimas, el Cuarteto para el fin de los tiempos o el Cementerio de Biriatou, donde salen a nuestro encuentro Jovellanos, Rubén Darío, Lorca o Roque Dalton. Seguiremos hacia la sala de arte antiguo, en donde aparece Castilla con su esplendor paisajístico, y sonetos que nos hablan de lo que sabemos que le gusta: el erotismo, la vindicación feminista del deseo, y hasta humor en el cortejo sensual. Por último, la colección de mujeres a las que salva y con las que se salva: Marga Gil Roësset, Marianne von Willemer, Lou Andreas-Salomé, Alda Merini y, sobre todo, Gertrud Kolmar. Y, por si fuera poco, esta visita museológica se hace teniendo como guía la obra humanística del padre del catalán, Ramon Llull.
FÁTIMA FRUTOS (Donostia-San Sebastián 1.971). Reside en el Triángulo de las Bermudas, es decir, Iruñea-Málaga-Deutschland. En la actualidad ostenta la Presidencia de la Asociación Navarra de Escritores/as-Nafar Idazleen Elkartea. Su último poemario supuso un giro considerable en su carrera literaria al escribirlo en alemán “Haikus aus dem Fluss-Haikus desde el río (versión bilingüe)”, y adentrarse en una temática japonesa y medioambientalista. Anteriormente había ganado ya premios internacionales de reconocido prestigio, como el del Ateneo Guipuzcoano (2008) o el Ciudad de Irún (2011) quedando, además, finalista en el Gil de Viedma (2013). Su transcurrir poético pivota entre dos ejes el Eros y el Tánatos, reconocibles a lo largo de sus obras “Epitafio para una odalisca”, “Andrómeda Encadenada” y “De carne y hambre”; en donde también ejerce un culturalismo y un feminismo literario aplaudido en distintos foros de expertos y universidades extranjeras. Con “En brazos de la belleza” lanza un homenaje al mundo del Arte. Contempla y versifica sobre música, arquitectura, escultura…, pero sin olvidar sus señas de identidad: el compromiso feminista, el erotismo y la memoria.